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Image by Aaron Burden

Mi encuentro con DIOS 

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Madurando en Cristo

“En cambio, me he calmado y aquietado, como un niño destetado que ya no llora por la leche de su madre. Sí, tal como un niño destetado es mi alma en mi interior”.

Salmo 131:2

LECTURA DEL DÍA: SALMO 131

El rey David nos enseña que la fe y la dependencia de nosotros en Dios debe ser como la de un niño, pero no la de un niño a quien se le cumplen todos sus caprichos, sino la fe de un niño que se ha abandonado totalmente a su padre, dejando nuestro destino

en Sus preciosas manos.

Nuestro Señor nos dejó la imagen de un niño como modelo de la fe cristiana, pero modelo en el sentido de que lo lideren, lo enseñen y lo bendigan.

Pero en ese salmo de David, el modelo del niño es aún más singular, porque habla de un niño destetado, y un niño destetado es un niño diferente a un niño que todavía está totalmente apegado a la madre en caprichos, en lloros, en un control de la madre. El destetado, aunque también tiene una necesidad, ya tiene cierta independencia.

La transición de un niño de pecho a un niño destetado, de un niño que llora constantemente a un hijo o hija tranquilo, no es sencilla. El niño que depende de su madre, no puede entender que le niegue algo, pero mientras más crece, mejor entiende las negativas de ella.

El cristiano que es como un niño destetado, que ha dejado su infancia espiritual, es capaz de no llorar caprichosamente por lo que quiere, y reconoce que en el amor de Dios, aun las

negativas son parte de Su amor.

La fe infantil cree que llorando va a obtener estrictamente todo lo que pide, mientras que la fe madura cree que tanto lo que recibe, como lo que no recibe son muestras de la sabiduría y del amor de Dios. El consuelo divino atraviesa nuestra desesperación y nos asegura que todo estará bien y que toda clase de dificultades saldrán bien.

Hay una fe infantil y una fe madura. Al primer amor le distingue la euforia y la pasión por Dios, una fe que nunca debemos perder; pero la fe madura es una fe que confía con compromiso y pasión. El cristiano no debe comportarse como un bebé que llora a gritos porque desea ser alimentado, o porque quiere todo lo que ve, el creyente maduro descansa tranquila y totalmente en los brazos de su padre celestial.


No dejes para mañana

“Perezoso, ¿cuánto tiempo permanecerás allí acostado? ¿Cuándo te levantarás?”.

Proverbios 6:9

LECTURA DEL DÍA: PROVERBIOS 6:6-11

Cuando vemos hacia el futuro y queremos proyectarnos, surgen decisiones; algunas son sencillas y otras son complejas o más importantes, pero son necesarias para lograr nuestras metas. Muy pronto nos encontramos con la tentación de aplazar algunos asuntos importantes y esto es lo que debemos evitar. Debemos dejar de decir: “mañana lo voy a hacer”. El mejor día para comenzar es hoy.

Proverbios 6:9-11 nos comenta: “Perezoso ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantaras de tu sueño? Un poco de sueño, un poco de dormitar, y cruzar por un poco las manos para reposos; así vendrá tu necesidad como caminante, y tu pobreza como hombre armado”.

Dile adiós a la pereza. Al hacerlo le dices adiós a la frustración y a muchos problemas más. Las personas perezosas desean cumplir sus sueños y sus metas, pero se frustran porque los deseos no se convierten en realidad. Si quieres tener éxito hay que trabajar. Debes tener muy en claro lo que quieres en la vida. ¿Cuáles son tus metas? Si no tienes metas trabajaras para otra persona que sí las tenga. Pregúntate también: ¿Lo que yo quiero lograr está alineado con la Palabra de Dios?

Un escoses era un obrero sumamente trabajador, que no le gustaba posponer las cosas importantes, que no rehuía cumplir con sus obligaciones y esperaba que todos los hombres bajo su cargo fueran igual a él. Sus hombres le fastidiaban, “Scotty, ¿usted no sabe que Roma no se construyó en un día?” “Si”, contestaba él: “yo sé eso”. Pero yo no era el capataz en ese trabajo”. Muchas veces el no llevar a la práctica lo fundamental no es porque no tenemos los recursos o las capacidades necesarias, sino por una actitud de indiferencia o flojera.

Pidamos a Dios que nos ayude a mantener una actitud optimista y ¡mucho ánimo!, para hacer aun aquello que requerirá de nuestro esfuerzo. No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy…


La Prueba de Vellón

“Así lo hizo Dios aquella noche. Solo el vellón quedó seco, mientras que todo el suelo estaba cubierto de rocío.”

‭‭Jueces‬ ‭6‬:‭40‬

LECTURA DEL DÍA: JUECES 6:25-40

Algunos tratan de determinar la voluntad de Dios a través de “la prueba del vellón”, como lo hizo Gedeón. Decimos: “si sucede esto, haré aquello; pero si llega a suceder lo otro, haré algo distinto” ¿En qué se diferencian tales estrategias de abordar la voluntad de Dios como si se tratara de lanzar una moneda al aire y basar nuestras decisiones en una sucesión de cara y águila? En la mayoría de los casos, poner un vellón de lana en el suelo no demuestra una fe robusta en Dios, sino la sospecha malsana de que Él tal vez no quiera lo mejor para nosotros o que realmente no se pueda garantizar el cumplimiento de Sus promesas. En primer lugar, el uso del vellón no fue idea de Dios, sino de Gedeón. Cuando Dios deja en claro Su voluntad, espera que confiemos en Él. En segundo lugar, es el único uso de este método en la Biblia. Nadie más lo emplea. Y en tercer lugar, Gedeón puso el vellón en la tierra para ratificar la voluntad de Dios.

Sabía lo que el Señor le había instruido hacer, pero quería estar seguro del resultado que Dios ya había prometido. Cada uno de nosotros hemos hecho lo mismo en algún momento de necesidad. Hemos tenido que volvernos a Dios en oración para buscar una señal que nos dé ánimo.

De forma reiterada en las Escrituras, el Señor nos llama a ser fieles. Las acciones de Gedeón indicaron que él realmente no creyó que Dios cumpliría lo que dijo que haría. No obstante, tenía un gran deseo en su corazón de confiar en el Señor, y eso es lo que Dios vio en él. El Señor nos llama a conducirnos de otra manera. Debemos dar cada paso por fe, no por temor, duda ni ansiedad.

En algún momento de nuestra vida somos como Gedeón, queremos ver pruebas, pero lo que Dios ve en nosotros tan sólo es nuestra confianza. Este es el momento para pedir perdón a Dios por no confiar en Él. Actúa a partir de hoy viendo las cosas que no tienes como si las tuvieras. ¡Eso es confiar!

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