Siembra y cosecha
“Adoni-bezec dijo: «Una vez yo tuve setenta reyes sin los pulgares de las manos y los dedos gordos de los pies, comiendo migajas debajo de mi mesa. Ahora Dios me devolvió lo que les hice». Y se lo llevaron a Jerusalén, donde murió”.
Jueces 1:7
LECTURA DEL DÍA: JUECES 1:6-10
El nombre de Adoni-bezec significa “El Señor de Bezec” y puede ser un nombre propio o un título honorario. El personaje con este nombre huyó por un tiempo y los guerreros israelitas le capturaron vivo y le amputaron los pulgares de las manos y de los pies (1:6). Esto le incapacitaba para la guerra, pues no podría usar armas, ni desempeñar otras actividades manuales.
Es sorprendente como Adoni-bezec reconoció, manifestando tener conocimiento del Dios verdadero, que había hecho lo mismo con setenta reyes, que llegaron al grado de recoger migajas, como perros debajo de su mesa y que aceptó como un acto de justicia divina retributiva que le hicieron lo mismo. “Ahora Dios me devolvió lo que les hice” testificó. Él había sembrado brutalidad y cosechó lo que provocó una muerte prematura (v.7)
Un anciano que sufría demencia senil y su conducta era con cierta violencia hacia quienes le atendían, tenía pocos momentos de lucidez. Sus hijos, sintiéndose impotentes para cuidarle, con tristeza y dolor decidieron llevarle, durante el invierno, a un paraje lejano para abandonarle. Una costumbre socialmente aceptable en algunos países del Lejano Oriente. Al llegar al lugar, el hombre comenzó a gritar: ¡Aquí es! ¡Aquí es! ¡Aquí es! A lo que sus hijos le preguntaron: Aquí es ¿Qué? Y con lágrimas en sus ojos confesó: “Aquí es donde hace 25 años abandoné a mi padre para que muriera”
Gálatas 6:7 nos recuerda que: “Siempre se cosecha lo que se siembra”. Que Dios nos ayude a considerar que la ley de la siembra y la cosecha se aplica a todos los actos de nuestra vida. El dicho popular nos dice que, si “sembramos vientos, cosecharemos tempestades”. Busquemos sembrar amor, en lugar de odio y abandono.